Xesus Jarez nos adentra a través de esta conferencia en la
necesidad de educar para el conflicto y la convivencia social dentro la escuela.
El conflicto, asegura, nos permite crecer y aprender, puesto que se trata de un
estado natural de la vida que nos une (más que nos separa).
No obstante, la mayoría de nosotros/as hemos sido
socializados bajo una visión negativa del conflicto que condiciona nuestra forma
de ver el mundo y la educación, así como la manera en la que respondemos ante
estas situaciones inevitables. De este modo, la forma en que afrontamos los
conflictos depende, en gran medida, del aprendizaje de una serie de repuestas
culturales asociadas a esta visión negativa de los mismos.
Educar para el conflicto y la convivencia en la escuela
implica eliminar esa percepción negativa del conflicto. Algunas investigaciones
han determinado que cuando se pregunta, tanto al profesorado como al alumnado,
sobre el conflicto, este se asocia a palabras negativas como violencia, guerra
o pegar. Además este es percibido siempre o habitualmente como negativo en la
mayoría de los casos (82% profesorado – 92% alumnado).
Para romper con esta visión generalizada se propone
trabajar sobre el conflicto en el aula, reeducarnos en la percepción que
tenemos del mismo para llegar a comprender que este no es negativo en sí mismo.
El conflicto es necesario, puesto que el debate, la confrontación de ideas, la
discusión de temas y la exposición de argumentos, así como el conocimiento de
los argumentos de los/as otros/as, nos permiten crecer juntos, incluso aunque
no lleguemos a ponernos de acuerdo. Para hacer efectiva la educación para el
conflicto se hace inminente la formación del profesorado en esta materia.
Por otro lado, debemos tener presente que el sistema
educativo no es la única instancia socializadora, por lo que en algunas
ocasiones los aprendizajes escolares pueden chocar con los adquiridos en otras
esferas de la vida. No obstante, la escuela debería constituirse como un
laboratorio de entrenamiento de las relaciones sociales, los sentimientos, las
emociones, la convivencia…
En este sentido, se resalta una idea central en el
aprendizaje para la convivencia: la creación de grupo. Crear grupo implica una
mayor probabilidad de éxito en la resolución de conflictos, así como en la
prevención de los mismos, y mejora los resultados académicos del alumnado. Esta
tarea recae inevitablemente en la figura profesional del docente, como
responsable de la transmisión de valores y de las relaciones sociales que han
de darse en el aula.
Por ello, la función educativa no puede limitarse a la
transmisión de unos contenidos cognoscitivos, sino que ha de orientarse en
igual medida a la adquisición de contenidos sociales. Esto significa que el
profesor/a debe desarrollar la capacidad de establecer relaciones humanas con las
personas a las que enseña puesto que, tal y como decía Freire “Educar es un acto
de amor”.
Crear grupo implica actitud, dialogo e interacción del
docente con sus alumnos/as. Esta consideración se materializa en la aplicación
de metodologías participativas que otorgan mayor protagonismo a las salidas, el
trabajo en grupo, los juegos cooperativos o los debates en el aula. Esto no
supone olvidar la importancia de la disciplina, en este caso entendida como
democrática, necesaria para la actividad educativa.
De esto modo, las normas se presentan como necesarias
para una real y efectiva convivencia. Sin embargo, estas han de ser dinámicas,
no códigos cerrados que elaboramos en una sesión. Han de construirse en el
devenir de los acontecimientos, ante la aparición de conflictos, es decir, en
la propia dinámica del aula. Además, debemos cuidarnos de no cometer el riesgo
de establecer normas que impidan el desarrollo democrático y participativo de
la clase.
Para finalizar me gustaría resaltar la importancia de la
educación emocional y la adquisición de habilidades sociales en la resolución
de conflictos y la convivencia escolar. Considero que aprender a expresar lo
que sentimos y conocer lo que sienten los/as demás contribuye a establecer un
clima apropiado para la interacción humana. Un profesor “cercano” o “afectivo”
deja huella en sus alumnos/as porque es capaz de generar un clima en el aula
que propicia la participación de todos y donde todos/as pueden sentirse seguros
a la hora de expresar sus pensamientos, emociones, inquietudes…
Para mí, ser grupo
significa crecer juntos, aprender de y con todxs, construir nuestro mundo,
compartir experiencias, generar afecto, sentirnos parte de algo más grande,
algo de lo que podemos sentirnos orgullosxs, que respetamos, que valoramos,
algo que llegamos a querer, y el amor, el amor es algo que se debe cultivar y
regar, como una planta, día a día, desde el respeto por la libertad de los demás.
Así que, ante todo: ¡Querámonos libres!
Os dejo el enlace a la conferencia:
https://www.youtube.com/watch?v=K79UQYxGqkE
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