El estilo docente puede ser entendido como “un conjunto
de orientaciones y actitudes que describe las preferencias de una persona
cuando interactúa con el medio”. De este modo, se supone que cada profesor desempeñará un rol
concreto, dependiendo de sus propias creencias y su personalidad, lo que influirá
en su forma de actuar en el aula. Son varios los autores que han denominado y
definido los diferentes tipos de estilos docentes, por lo que nos encontramos con
múltiples clasificaciones.
Para esta actividad, nos basaremos en la clasificación
realizada por Reddin (1997), el cual habla de ocho tipos de estilos de
enseñanza. Así los estilos docentes propuestos por este autor serían: desertor,
misionero, autocrático, conciliador, burócrata, progresista,
autocrático-benevolente y realizador.
Para determinar nuestro propio estilo docente, cumplimentamos
un cuestionario y posteriormente elaborar e interpretar el gráfico
resultante en función de los estilos docentes y de liderazgo propuestos por Reddin.
Los resultados del test me encasillarían dentro del estilo
docente denominado “misionero” (con 9 puntos), en el cual destacan las
siguientes características: una baja orientación a la tarea, una alta
orientación a las relaciones y una baja eficacia. Cabe mencionar que la
puntuación obtenida en el resto de estilos es bastante homogénea (7 puntos en 5
de los estilos y 6 puntos en los dos restantes).
No obstante, desde mi punto de vista, este etiquetaje
puede resultar negativo. Al igual que no debemos señalar al alumnado “Este/a es
un/a vago”, “Este/a molesta en clase”, “Este/a no va a aprobar”… creo que tampoco
debemos hacerlo con el profesorado. Un equilibrio entre las características más
efectivas de cada uno de los estilos docentes puede ser la clave para la
actuación educativa. En mi opinión, el rol que adquiere el docente en el aula oscila entre todos los estilos en función de las necesidades, conflictos o intereses que surjan en el devenir de las propias clases y en función del grupo y del contexto.
Además, aunque a veces "necesitemos" de la categorización para ordenar y comprender el mundo, otras muchas deberíamos olvidarnos de encasillar todo en departamentos estancos y trabajar juntos/as para reflexionar y decidir que formas de hacer resultan más beneficiosas para la educación a lo largo de la vida y en todos los contextos de esta. No de forma rígida, sino, y ante todo, dejando abierta la posibilidad de transformar estas decisiones en función de las necesidades del momento.
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