Uno de los conflictos que
se está viviendo en las aulas en los últimos tiempos y que está cobrando mayor atención por parte del sistema educativo es el Bullying o acoso
escolar.
Es común encontrarnos con que las personas maltratadas física o psíquicamente
en la clase suelen ser aquellas más “débiles”, las consideradas “empollonas”,
las que se salen del canon físico “ideal” o aquellas consideradas diferentes
por razones de sexo, religión, cultura etc. Mientras que el perfil de los/as
agresores suele identificarse con aquellas otras que gozan de una posición de “superioridad”
o “popularidad” en el grupo-clase. O sea, los/as más “fuertes” suelen cebarse
con los/as más débiles.
Sin embargo, no es mi
intención clasificar o determinar quienes atacan y quienes son atacados, sino
reflexionar acerca de las condiciones personales que pueden influir en la
adquisición de uno u otro rol.
Desde este prisma,
podríamos hacer una revisión de uno de los 4 saberes propuestos por Delors como
ejes fundamentales de la acción educativa. Se trata de “aprender a vivir juntos”,
es decir, reducir los conflictos que se generan a consecuencia de percibir las
diferencias como algo negativo. Para llevar a cabo este aprendizaje, encaminado
a educar para una real y efectiva convivencia social, se hace necesario
promover el conocimiento de la diversidad humana y la participación de la
comunidad en proyectos que tiendan hacia objetivos comunes.
La escuela juega un
papel fundamental en el desarrollo de valores orientados hacia una cultura de
la paz y el respeto hacia los/as otros/as, por ello desde las aulas se debe
combatir el origen mismo de la opresión que sufren algunos/as alumnos/as. En
ocasiones hemos oído, o vivido, situaciones de maltrato escolar ante las que el
profesorado permanecía al margen. Sin embargo, los conflictos han de afrontarse
desde el principio, puesto que si no corremos el riesgo de que se enquisten.
En mi opinión, la
prevención es imprescindible para minimizar estas conductas de abuso dentro del
aula, pero ¿Cómo lo hacemos? Creo que como docentes debemos mostrar rechazo
absoluto ante cualquier conducta de maltrato escolar. Es importante que
verbalicemos este rechazo y que pongamos en marcha acciones de sensibilización.
Para ello, podemos utilizar diversos recursos, como por ejemplo, películas,
canciones, artículos o cuentos que impliquen la reflexión e implicación del
grupo.
Por otro lado, esta
prevención puede llevarse a cabo mediante el trabajo colaborativo en grupos,
puesto que esta metodología favorece un mayor número de interacciones y fomenta
el conocimiento de todos los miembros del grupo.
Promover la educación
emocional en el aula también puede contribuir a reducir estas conductas
agresivas, puesto que supone una potente herramienta para el incremento del autocontrol
y el autoconocimiento, así como el conocimiento y respeto hacia los demás.
Como tutores/as de un
grupo, siempre podemos aprovechar las horas de tutoría para trabajar estas
cuestiones, aunque lo ideal sería que desde todas las materias se incluyera de
forma transversal la prevención y sensibilización sobre la violencia en las
aulas.
Y vosotrxs ¿Qué opináis?
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