La
participación de las familias en los centros educativos constituye un derecho
básico de las sociedades democráticas, por lo que se encuentra entre las
funciones del gobierno adoptar medidas que aseguren hacerlo efectivo. Esta
participación resulta beneficiosa tanto para el alumnado como para el centro,
así como para las propias familias, ya que las permite involucrarse en el proceso
de enseñanza-aprendizaje de sus hijos/as. Esta participación educativa de las
familias en la escuela se materializa de formas diversas a través de las
estructuras formales y no formales del sistema educativo.
Se
pueden señalar cinco tipos de participación parental en la
escuela, que además parece repercutir en el rendimiento académico de los/as
alumnos/as: informativa, consultiva, decisoria, evaluativa y educativa. Entre la
primera, que supone una mera transmisión de información desde el centro a las
familias, la segunda, donde los padres pueden formar parte de los órganos de
gobierno de los centros, la tercera, que permite la toma de decisiones en
materia de enseñanza y evaluación, la cuarta, que aumenta la participación
evaluativa del alumnado y el propio centro, y la quinta, referida a la participación
de los padres en el propio proceso de enseñanza-aprendizaje, se pueden
distinguir niveles muy diferentes de participación. Un estudio realizado por
Includ-ed (2006) indica que sólo los tres últimos tipos de participación
contribuyen al éxito escolar.
Los
modelos alternativos de escuela, como pueden de las comunidades de aprendizaje,
pueden ser una buena alternativa para dar respuesta a la necesidad de fomentar
el éxito escolar del alumnado a través de la participación de las familias en
el centro, ya que apuestan principalmente por el aprendizaje dialógico mediante
la organización del aula en grupos interactivos. Esto
fomenta el número de interacciones sociales, aumentando el conocimiento, gracias
a que se aprende de y con los/as otros/as, y permitiendo que el apoyo a las
necesidades educativas que pudieran tener algunos/as alumnos/as entre en el
aula.
Además,
podría replantearse la ruptura de los tiempos y los espacios escolares, de tal
forma que las instalaciones del centro pudieran ser utilizadas fuera del
horario habitual y al mismo tiempo, en este mismo horario, se sacara a los
alumnos del aula a fin de que participaran en la comunidad. La participación de
las familias en salidas y actividades extraescolares, así como del alumnado en
proyectos destinados exclusivamente a las familias, también puede contribuir a
fomentar esta cohesión entre todos los agentes educativos. Asimismo, el desarrollo de proyectos destinados a la consecución de unos objetivos comunes, como puede ser la revitalización de espacios sociales en los barrios, podría configurarse como una potente herramienta de participación socio-educativa y comunitaria.
¡Otras formas de hacer son posibles!
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