Cambiando las normas

Este ejercicio me resulta familiar, puesto que como alumna de educación secundaria me he encontrado en posición de consensuar con mis compañeros/as las normas que debíamos cumplir en el aula para lograr una "correcta convivencia y un desarrollo efectivo de las sesiones". 

Corría el año 2006, entonces yo estaba en 3º de la ESO (Joder que vieja me hago). Como ya sabéis, vengo de un pueblo pequeño (y precioso) situado en el norte de Cantabria, así que, como en la mayoría de los pueblos imagino, todos/as nos conocíamos en clase. Es más, se podría decir que casi todos/as éramos amigos, por lo que las mañanas de instituto se mezclaban con las tardes, las noches, los fines de semana…con nuestras movidas incluidas claro (cabe destacar primeros amores y otras historias relacionadas).

En fin, y a lo que viene esta historia. Los profesores no estaban demasiado contentos con nuestra clase (a veces continúan recordándonos ese año). Por activa y por pasiva luchaban cada día para tratar de poner orden en aquel caos. Partes, expulsiones, visitas al director…fueron muchas de las represalias. Entre otras medidas, decidieron hacernos copartícipes en la elaboración de unas normas de convivencia que aseguraran un buen clima en el aula. Y así un día de tutoría escribimos “nuestras reglas”: 
Guardar silencio cuando el profesor explica, levantar la mano para hablar, respetar el turno de palabra, ir al baño durante el recreo, llegar puntual, no salir del aula entre clase y clase, no comer, no levantarse… (Entre otras)

Creo que no sirvió de mucho darnos aquel poder, autonomía, responsabilidad (o como queráis llamarlo), pero lo que sí que es cierto es que por primera vez sentí que contaban con nosotros/as para algo. Por ello, creo que otorgar al grupo la posibilidad de pensar y establecer sus propias normas de funcionamiento, respeto y convivencia, resulta más positivo que imponerlas de forma autoritaria. Sin embargo, creo que es importante asegurarnos de que el grupo comprende para qué sirven, por ello, esta tarea debería, a lo mejor, resolverse poco a poco, a medida que surgieran las dificultades, y sobre todo, reflexionando sobre su necesidad.

Por otro lado, las normas parecen ser siempre las mismas (las obvias), como si se adaptaran continuamente al modelo mecanicista de escuela. Repito ¡No somos máquinas! A lo mejor los/as alumnos/as necesitan estirar las piernas entre clase y clase, ir al baño en otro momento que no sea durante el recreo, dar la clase al aire libre utilizando los recursos del entorno, hablar… Son 6 horas, por 5 días a la semana, durante 9 meses, sentados, quietos, callados…Si es que es normal ¡Qué aburrimiento! ¿Y si en vez de establecer tantas normas rompiéramos con las que nos vienen impuestas como naturales? Se pueden hacer las cosas de muchas formas sí, pero ello supone tener que experimentar, arriesgarnos a que no salga bien, enfrentarnos a problemas… 

Entonces la pregunta es: 
¿Estamos dispuestos a equivocarnos para cambiar las reglas del juego? 



Comentarios

  1. No podemos pretender que todo el mundo lleve en su mochila las claves de la innovación educativa, eso depende de personas, valores y ámbitos educativos de los que procedan... Pero si tu crees que se pueden aplicar normas liberadoras que fomenten el entretenimiento y las ganas de participar en el aula, ya tienes media partida ganada ;)

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    1. Hay que soñar, porque los sueños pueden hacerse realidad (solo depende de unx el creer en ellos)

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